Los DT son esas personas a las que se les pide subir el nivel del club, pero que a la vez le culpamos de todos los males del club cuando toma las medidas necesarias para conseguir lo que algunos padres quieren, jugar lo más arriba posible para su hijo, pero cuando nos pasamos de nivel a su hijo le cortan. Si, son personas que han de tener claro lo que han de hacer y no temblarles el pulso.
Muchos diréis que no hace falta cortar a gente, pero si uno quiere colocarse en categorías de preferente el apostar por entrenadores es el camino largo y no siempre funciona porque al igual que los jugadores, estos también tienen ofertas si hacen bien su trabajo y del mismo modo que algunos jugadores, ellos también quieren jugar en preferente o llevar equipos donde la táctica colectiva pese mucho más que la técnica individual, y ya no hablamos de sueldos entre unas categorías y otras.
Pero esto ya lo sabíamos o deberíamos de saberlo, ahora me gustaría poner el foco en los que somos padres y pedimos un club donde se cuide a la gente, donde se cree un sentimiento de comunidad y para ello explicaré una historia ficticia con persona ficticias, y la historia comienza así.
No hace muchos años un equipo heredó una plaza de preferente, no se la habían ganado, pero el equipo una año mejor puso lo necesario en la pista y por normativa el equipo B se encontró con este premio, jugar en lo más alto de su edad. ¿El problema?, que no tenían el nivel, a pesar de llevar muchos años juntos, sólo cuatro podía estar y estando de sexto al décimo jugador y los otros seis sufrirían y su total de minutos si se quería competir rondaría los cero segundos.
El club afrontaba una dura decisión, renunciar a la plaza para mantener ese grupo, pero los padres de algunos pensaron que eso sería un error, que había que hacer lo necesario para mantener esa plaza -y de paso que sus hijos jugaran en preferente- o ellos se marchaban a otro sitio. Como no era mucho de discutir hicieron puertas abiertas, y como es normal, preferente es el equivalente a gratis en marketing, vinieron muchos y bastante de ellos eran muy buenos. En el club pensaron “fichamos a los buenos para el preferente y con los demás montamos un equipo de menos nivel” que ilusos, nadie quería jugar en el nivel B, con lo que acabaron cortando a seis jugadores de la casa porque no tenía fichas suficientes y eran demasiado malos para el preferente, pero los padres que se quedaron estaban contentos, sus hijos ahora tendrían la ocasión de lucirse.
Empieza a temporada y no funciona, hay roces de ego, gente que cree que ha de jugar y los que vienen dicen que ellos han cambiado para jugar y que para quedarse en el banquillo se van. Pero a pesar de eso van trampeando pero eso no evita que al falta de dos jornadas se jueguen el poder mantener la categoría y poder dársela a los de una año menos, el mismo regalo que le dieron a ellos. En ese partido decisivo jugaron mal, sin ganas, sin garra, sin poner toda la intensidad necesaria para como mínimo competir y perdieron todo lo que les habían regalado otros jugadores del club que representaban.
Más tarde se descubrió que las jugadores que habían venido más dos más de la casa, que al final se le coge el gusto a esto de estar arriba, antes de ese partido ya había apalabrado su cambio a otro club para poder seguir jugando al máximo nivel, con lo que les dada igual los resultados, como dijo aquel, para lo que me queda en el convento….
Los jugadores que si se quedaron ahora no tenían equipo y al bajar de categoría el DT no encontraba niños dispuestos a venir y a los que ya cortaron era obvio que el rencor que guardaban hacia el club era más grande que el cariño que le tenían a sus compañeros, con lo que la solución final fue la lógica, esas jugadores se fueron con sus amigos y el club perdió una plaza, doce jugadores, más de siete mil euros (las cuotas) y un equipo.
Así que al final no todo es culpa del DT, o al menos no siempre