Ha llegado el final de temporada y lo normal sería que se hiciera una evaluación de como ha ido, los resultados, la evolución y, entre otras temas, si hemos conseguido los objetivos que nos habíamos marcado. Pero la verdad es que la cabeza no la tengo en estos menesteres, sino en el vayben de niños de un club a otro. Los menos, los que creen que el nivel de su equipo o club es inferior a lo que ellos se merecen y quieren hacer las Américas y los más, que sus directores técnicos o deportivos han decidido que son demasiado malos como para seguir en el club.
De los primeros, es cierto que en raras ocasiones te llega una perla a un club de barrio y con los medios más que justos y si eres honesto, y tu obligación es serlo, es comentar la situación con los padres y por supuesto, con el niño. Explicarle que tiene una calidad que excede la capacidad del club y que o bien le buscamos un club que comparta valores, o la más frecuente, que los clubs fichadores ya se habrán interesado por ellos y saltándose toda la normativa habrán tanteado a lso padres a través de un amigo o conocido, y en raras ocasiones enviando un email al club. Pero en este caso, por mucho que me moleste la segunda actitud, has de dejar marchar si el niño y la padre quiere, tratarlo lo mejor posible por si en este viaje que va a emprender un día quiera volver.
Otro tema son los niños y padres que cambian de nivel C2 por C1, o cualquier combinación de letras. Podemos debatir horas y horas sobre si tiene lógica, sobre que variables han afectado -cercanía, calidad, amigos, etc— pero los padres son los que deciden. Lo único que podemos hacer ahora es tarde, se tendría que haber hecho durante toda la temporada para evitar que se vaya. También es cierto que algunas de estas decisiones vienen dadas por las instalaciones, y en esta ciudad en la que vivo, hay clubs con instalaciones públicas que quitan el hipo otorgadas a dedo a clubs y a veces dos al mismo club con condiciones más que favorables, y otros que van pagando a precio de oro pistas que no tienen las mínimas condiciones, no deportivas, sino de higiene. Obviamente esto no es culpa del padre, faltaría más, pero algún día un político debería hacer una due diligence sobre estos temas.
Y por último, los que me parten el corazón. Niños que, por tradición familiar, porque les gusta, empezaron en la escoleta o a temprana edad en un club, usualmente el del barrio cercano a su casa o donde jugó su padre. Niños que han ido a entrenar, se han esforzado, han disfrutado, llega un punto que la calidad técnica crea discrepancia de calidades, a veces muy grandes como ya explicado, y otras que son normales y habituales en todo grupo social, pero que no se toleran en este mundo de mal llamado, formación.
El responsable de turno decide que ese niño de once años, que lleva casi cinco en el club, no merece seguir porque es un poco más malo que el resto. Y no es ese niño, sino más de las veces son tres o cuatro que expulsan sin mucho miramiento al impacto psicológico del menor. La excusas de que son más malos no me sirven, para eso se tienen entrenadores, para que mejoren, para que los que son buenos comprendan que hay personas con menos habilidades en este deporte y es parte del proceso de aprendizaje convivir con ellos, ayudarles a crecer y en la medida de la personalidad de cada uno, ser algo más que líderes de anotación, sino compañeros y si se puede amigos.
Es un insulto al a infancia, al juego, al deporte y a todo lo que es bueno y deseable estas actitudes. No entiendo los padres que miran a otro lado, no entiendo a la federación que ve que los equipos de infantil para abajo son siempre los mismos a base de expulsar jugadores. Sería curioso ver de dónde son cada niño y la cercanía al club, y sobretodo, el desarrollo deportivo, cuantos de ellos se convierten en juguetes rotos y dejan el deporte quemados y asqueados de ser simples peones en el afán de protagonismo del club que se autodenomina de barrio y lo único que tiene de barrio es el bar regentados, valga la ironía, por personas de otro país.
Me diréis que así se construye la élite, pero si ese es el caso, prefiero no tener élite y que abramos el debate de que modelo de sociedad y comportamiento estamos enseñando. ¿Todo vale por ser el primero?, ¿que se puede sacrificar todo, incluso un niño por un día de gloria?, ¿que si cierro los ojos a mi hijo no le va a pasar?
Haría obligatorio que de infantil hacia abajo todo sean del mismo barrio, no se como plantear esto en pueblos, que si cortas a un niño como mínimo el que venga sea del barrio y que se justifique por escrito el porqué y que esa ficha cueste el doble y no puedan transferir el coste a los padres, algo como pasa en la NBA cuando te pasas de presupuesto. Prohibiría la publicación de cualquier tipo de foto o información en redes sociales de las categorías de canasta pequeña en redes sociales, los niños ha de competir, no los clubs. Los resultados vienen porque tiene un buen entrenador, una buena generación y no porque tienen un mejor diseñador gráfico o el político de turno les regala unas instalaciones que quitan el hipo.
En serio, hemos de parar esta locura.