Apasionada por el baloncesto que empezó bastante tarde el gusto por este deporte la llevó a ser incluso entrenadora. Más adelante se convirtió en madre y quiso compartir su afición con su hijo y como toda madre que se precie buscó lo mejor para él y acabaron en un club de los que se llaman élite donde descubrió que no es oro todo lo que reluce, y que los recuerdos de su infancia ya no se aplicaban a la realidad que vivían los niños.
Se enfrentó a la dura realidad. Los niños, apenas unos críos, cargaban con expectativas desorbitadas. Los padres, ansiosos por ver brillar a sus hijos, a menudo olvidaban que el baloncesto también debía ser diversión y aprendizaje. Los más perjudicados eran los niños. Algunos perdían la alegría de jugar, atrapados en una carrera sin fin hacia la excelencia. Otros se sentían abrumados por la presión y abandonaban el deporte que alguna vez amaron.
Una madre que tomó la mejor decisión, irse a un lugar donde los valores formaran parte del entrenamiento y no solo el ganar, y ahora, disfruta no solo del baloncesto, sino de ver disfrutar a su hijo.
Hoy, con todos nosotros, Madre de Base.
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